sábado, 28 de marzo de 2015

CRONICA DE LA CONSPIRACION EN LA ANTARTIDAD


NOTA-FOTO BANDERA DE LA ONU
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 Me llama la atención sobre el siguiente aspecto: ¿Alguien se ha fijado en que en la bandera de las Naciones Unidas (ONU), que muestra un mapa del mundo, falta por completo la Antártica, como si no existiera?
¿Por qué aparece el Polo Norte y no el Polo Sur? Vemos Europa, Asia, África, América, Australia, Groenlandia y hasta Nueva Zelanda, pero ¿por qué se ha censurado precisamente la Antártica?
¿Acaso no es también parte del mundo?
VOLVEMOS AL TEMA.
☢HISTORIA ☢HOY TENDRAN QUE LEER UN POCO.
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El continente más enigmático y poco conocido de nuestro planeta. El hallazgo de un enorme lago de agua dulce, emplazado por debajo de la espesa cubierta de hielo de la Antártica Oriental, ha sorprendido a los científicos de todo el mundo.
La Antártida es cuatro veces mas grande que los Estados Unidos, tiene el continente mas cercano que es Sudamérica (La tierra de Fuego) a 3000 Km., su altitud máxima es de 5.000 metros (la mayor del planeta) es el mas antiguo continente compuesto en su mayoría de altas montañas recubiertas de hielo y grandes lagos interiores, es fácil esconder una base sin ser descubierta jamás y mas aun si es subterránea fuera del alcance de los satélites espía, además de que la Antártica hoy en día solo ha sido explorada una mínima parte.
Por lo que se refiere a la Antártida, es importante la utilización que de ella hicieron los navíos de la Marina de Guerra Alemana (Kriegsmarine). Durante la Segunda Guerra Mundial estaba sin cartografiar y resulta que los lobos de mar al mando del Almirante Dönitz sabían de la existencia de las grutas antárticas donde un navío se podía cobijar sin ningún problema, llevar a cabo reparaciones, descansar la tripulación y estar tranquilamente sin riesgo alguno a ser localizados.
Pero los planes del Tercer Reich y las actividades de la Kriegsmarine respecto del territorio antártico iban mucho más lejos: los alemanes reclamaron la soberanía sobre un enorme territorio antártico al que denominaron “Neuschwabenland” (Nueva Suabia, en español). En éste territorio construyeron varias bases permanentes, siendo la principal la denominada como “Neuberlin” (Nuevo Berlín).
No por casualidad el Almirante Dönitz, que estaba al mando de la flota de submarinos del Tercer Reich, había declarado durante la guerra lleno de orgullo:
“Die deutsche U-Boot Flotte ist stolz darauf, daß sie für den Führer in einem anderen Teil der Welt ein Shangri-La gebaut hat, eine uneinnehmbare Festung“, cuya traducción fiel es:
“La flota alemana de submarinos está orgullosa de haber construido para el Führer, en otra parte del mundo, un Shangri-La, una fortaleza inexpugnable”.
En el año 1938 se produjo la famosa Expedición Antártica Alemana, que culminó en la toma de un extraordinario territorio, que recibió el nombre de “Neuschwabenland” (“Nueva Suabia“), inspirado en el nombre del propio barco nodriza “Schwabenland“. El iniciador del proyecto fue Hermann Göring, y por tanto la Luftwaffe alemana.
Sobre este poco corriente capítulo de la historia de la Antártica se ha escrito mucho, así como de la construcción de enormes bases secretas alemanas en su territorio antártico, en la cual ayudaron de manera fundamental flotas enteras de submarinos cargados hasta los topes.
Varios autores, basándose en testimonios, han observado que se llevó la maquinaria de construcción y tunelación más moderna de la época, así como científicos, a Neuschwabenland.
Los técnicos habrían vaciado montes enteros para convertirlos en refugios camuflados. Debieron de ser colosales obras de ingeniería. Para que el lector se haga una idea, la famosa cripta del Valle de los Caídos, en Cuelga muros, España, donde está enterrado el general Franco, se hizo también vaciando un pequeño monte.
Al Reich Alemán le era Neuschwabenland, por algún motivo, de suma importancia, tanto como para destinarle recursos que necesitaba en la guerra que libraba. El número de la revista The Plain Truth de Junio del 52 se titulaba «¡Hitler puede estar vivo!». El artículo revelaba que en 1940 el Reich Alemán comenzó a trasladar un ingente número de maquinaria al Polo Sur con el objeto de construir en un continente desconocido una estación secreta, un nuevo Berchtesgaden para el Führer.
El informe continuaba explicando cómo los técnicos vaciaban un monte entero en la Antártica para construir un nuevo refugio completamente camuflado, en un continente más grande que Europa a 9.000 Km. de África, 3.000 Km. de la Tierra de Fuego en Sudamérica y 7.000 Km. de Australia. La revista Bonjour y el parisino Le Monde tenían artículos sobre la huída de Hitler al Polo Sur. El almirante Doenitz en 1943 declaraba:
“La flota de submarinos habrá amarrado en algún punto del Polo, en algún lugar paradisíaco”.
Aunque no decía dónde, Bonjour señalaba que en 1940 ingenieros nazis habían comenzado la construcción de edificios capaces de soportar temperaturas de 60 grados bajo cero.
Entre enero y febrero de 1939, una expedición alemana secreta visitó la Tierra de la Reina Maud –Dronning (o Queen) Maud Land–, en la Antártida, con la aparente intención inter alia de establecer una base en aquel lugar. Entre 1943 y 1945, los británicos lanzaron una operación antártica secreta de guerra cuyo nombre clave era Tabarín. Aparentemente tomaron parte hombres del Regimiento de Servicios Aéreos Especiales (Special Air Services Regiment, SAS), las fuerzas británicas encubiertas que operaban tras las líneas enemigas. En julio y agosto de 1945, luego de la rendición de los alemanes, dos submarinos alcanzaron las costas de Argentina. ¿Habían estado en la Antártida para desembarcar un tesoro u oficiales nazis? En el verano meridional de 1946 – 1947, la Armada de los EE. UU. pareció “invadir” la Antártida con un gran despliegue de fuezas. La operación, de nombre clave Highjump, se clasificó como confidencial. En 1958, se detonaron tres armas nucleares en la región, como parte de otra operación estadounidense clasificada, de nombre clave Argus. Dada la falta inicial de información sobre estas actividades diversas, quizá no sorprende que algunos las hayan relacionado produciendo un patrón en el cual los gobiernos resultarían acusados de ocultar información sobre “lo realmente sucedido”. Estos datos servirían para crear el mito de una gran base alemana en la Antártida y de los esfuerzos aliados por destruirla. Partiendo de los saberes sobre la Antártida y de la información relativa a estas actividades publicada desde principios de la década de 1940, se demuestra lo siguiente: los dos submarinos no pueden haber llegado a la Antártida; no existió una base alemana secreta durante la guerra en la Tierra de la Reina Maud; las tropas de los SAS no atacaron la supuesta base alemana; los hombres del SAS que estaban en la región en aquel momento se desempeñaban en trabajos civiles; la Operación Highjump se ideó para entrenar a la Armada de los EE. UU. para una posible guerra contra la Unión Soviética en el Ártico, y no para atacar una supuesta base alemana en la Antártida; y la Operación Argus tuvo lugar en el océano a más de 2000 km al norte de la Tierra de la Reina Maud. Posteriormente, estas actividades se desclasificaron y ya no resulta difícil separar la fantasía de la realidad, a pesar del hecho de que a muchos les parece tentador no hacerlo.
Una de las expediciones antárticas menos conocidas es la de los alemanes que, a bordo de una nave llamada Schwabenland, estuvieron en el continente blanco entre el 17 de diciembre de 1938 y el 12 de abril de 1939, unos meses antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Esta expedición visitó la parte occidental del territorio que actualmente se conoce como la Tierra de la Reina Maud .
La expedición surgió de la preocupación del gobierno alemán por el futuro de la industria ballenera nacional. En esa época, la caza de ballenas era una actividad importante que suministraba aceite, lubricantes, glicerina (para producir la nitroglicerina usada en explosivos), margarina y otros artículos de primera necesidad (Lüdecke 2004: 75; Mills 2003: 552). Alemania invertía mucho en esta industria y su flota ballenera estaba integrada por cincuenta buques cazadores y siete buques factoría, los cuales produjeron 492 532 barriles de aceite en la temporada ballenera de 1938 – 1939.La flota operaba frente a la costa de la Tierra de la Reina Maud, que había sido descubierta por balleneros noruegos (Christensen 1935, 1939), pero todavía no se la conocía oficialmente por dicho nombre. Este territorio se había reclamado en nombre de Noruega, pero sin un anuncio oficial por medio de una proclama real (Mills 2003). El gobierno alemán lamentó no encontrarse en la misma situación en lo referente al Atlántico Sur, en donde Gran Bretaña imponía su derecho de cobrar derechos altos por las concesiones balleneras e imponía restricciones sobre esta actividad. Por lo tanto, se planificó una expedición secreta para reclamar un área de la Antártida para Alemania y buscar allí un lugar adecuado para una base de la flota ballenera alemana (Lüdecke 2004; Mills 2003).
La expedición fue autorizada por Herman Goering como parte del plan alemán de desarrollo económico de cuatro años. Entre los objetivos que se admitieron públicamente se encontraba la continuación de los estudios científicos iniciados anteriormente en ese siglo por Erich von Drygalski, aproximadamente a los 90° E, y por Wilhelm Filchner en el Mar de Weddell.
Pero también tenía algunos objetivos militares secretos. En el viaje de regreso, tendría la misión de investigar si las aisladas islas brasileñas Trinidade y Martín Vaz, ubicadas a prácticamente 1000 km al este de Victoria en Brasil, eran adecuadas para el desembarco de la Armada Alemana, especialmente para los submarinos (Lüdecke 2004:81). Además, según Mills (2003: 552), Goering deseaba saber más sobre cualquier oportunidad estratégica que pudiera ofrecer el Atlántico, y también aprender sobre el funcionamiento de los aviones a bajas temperaturas, conocimiento que demostraría ser útil durante la invasión alemana a la Unión Soviética.
Se planeó una serie de expediciones. La primera, en el período 1938–1939, iba a trazar mapas de la región por aire con fines de descubrimiento y exploración antes de presentar reclamos territoriales o decidir en dónde ubicar una base ballenera. La expedición logró, en gran parte gracias al buen tiempo, sobrevolar el territorio entre los 5° O y los 15° E y pudo utilizar fotografía aérea oblicua para trazar mapas de un área de unos 250 000 km2 entre los 11° O y los 20° E aproximadamente, zona a la que denominaron NeuSchwabenland (Brunk 1986: mapa 3; Mills 2003). En esta área descubrieron una nueva cadena montañosa de más 800 km de extensión y 3000 m de altura a unos 200 km de la costa (Ritscher 1942).
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La Tierra de la Reina Maud, las montañas Mühlig-Hofmann y otras, la ubicación de la base Maudheim de la Expedición Antártica Noruego Británico Sueca de 1949 – 52, y las ubicaciones de las actuales bases nacionales. Un recuadro muestra el sitio de la Tierra de la Reina Maud en la Antártida. Las cotas se muestran a intervalos de 500 metros. El sombreado indica las plataformas de hielo a lo largo de la costa. Los afloramientos rocosos se representan en colores plenos. (Cortesía de Stein Tronstad, Norwegian Polar Institute).
Los noruegos no habían visto estas montañas nuevas cuando exploraron y fotografiaron el borde frente a la Tierra de la Reina Maud desde el aire durante la expedición del Norvegia de 1929. Sin embargo, habían descubierto las Montañas Sør Rondane 200 km tierra adentro cerca de los 26° E, el 6 de febrero de 1937 (Christensen, 1939).
Las expediciones alemanas de seguimiento planificadas para 1939–1940 y 1940–1941, que podrían haber conducido a la construcción de una base si el reconocimiento hubiera sido exitoso, no se pudieron llevar a cabo por el estallido de la guerra (Lüdecke 2004: 86–89). Los autores no pudieron hallar ningún documento alemán que indique que la actividad alemana continuó en la Tierra de la Reina Maud después de la expedición del Schwabenland y durante la Segunda Guerra Mundial (ver también Lüdecke 2004). De hecho, no hubo actividad alemana oficial en la Antártida hasta después de 1959, cuando los primeros alemanes pisaron la Tierra de la Reina Maud con la expedición rusa al Oasis Schirmacher (Gernandt 1984).
Por el contrario, los británicos tuvieron presencia en la Antártida durante la guerra. Como parte de sus aspiraciones coloniales, Gran Bretaña reclamó el segmento de la Antártida ubicado entre las longitudes 20° y 80° O, que incluye la Península Antártica y prácticamente todas las islas circundantes, las Shetland del Sur, Orcadas del Sur, Sandwich y Georgias del Sur, cuyo conjunto se hizo conocido como Islas Malvinas y sus Dependencias; las Islas Malvinas eran las colonia británica más cercana (Fuchs 1982: 20). La posesión formal de estos territorios se promulgó por Carta Patente en 1908 (enmendada en 1917). Entre 1925 y 1947, Argentina reclamó prácticamente la misma región, al igual que Chile en 1940 (Fuchs 1982: 20–21).
Teniendo en cuenta que, a comienzos de la Segunda Guerra Mundial, Argentina y Chile mantenían buenas relaciones con Alemania, Gran Bretaña decidió, durante la guerra, que necesitaba demostrar ocupación como una de las vías para refutar estos reclamos coincidentes. Los británicos eligieron hacer esto estableciendo bases con una dotación permanente que pudiera ser aprovechada para obtener información sobre la actividad naviera, para negar el uso de puertos a los barcos alemanes y para brindar apoyo a los equipos de investigación que desempeñaban tareas de descubrimiento geográfico e investigación científica (Fuchs 1982: 22 - 54). Con el fin de impedir que los enemigos potenciales usaran las islas como bases, se envió en principio al HMS Queen of Bermuda a Isla Decepción, en la costa oeste de la Península Antártica, en marzo de 1941 para destruir las reservas de carbón y perforar los tanques de combustible. Argentina había colocado marcas de soberanía en Isla Decepción. Pero éstas fueron destruidas en enero de 1943 por el HMS Carnarvon Castle, que izó allí la bandera del Reino Unido (Sullivan 1957).
En 1943, Gran Bretaña comenzó a planificar la ocupación del territorio. La Armada Real montó un ejercicio militar secreto, bajo el nombre clave Operación Tabarín, para establecer bases en la península y en las islas situadas al oeste (Fuchs 1982: 22–54; Mills 2003: 489). Según estos autores, los intereses británicos durante la guerra no alcanzaban a la Tierra de la Reina Maud, 1000 km al este cruzando el Mar de Weddell.
El siguiente hecho bien documentado relacionado con el tema de este trabajo tuvo lugar en las primeras horas del 10 de julio de 1945, dos meses después de la rendición alemana, cuando un submarino alemán, un U-530, entró en la base naval argentina de Mar del Plata (NARA 1985; Blair 1998). Aparentemente el Teniente de Navío Otto Wermuth, el Capitán del U-530, creyó que los argentinos le darían la bienvenida. Su llegada originó muchas especulaciones. Ignorando las noticias del suicidio de Hitler el 30 de abril, muchos creyeron que ese U-530 se las había arreglado para hacer desaparecer de Alemania a Hitler, Eva Braun, Martin Bormann y otros como por arte de magia y que los había desembarcado en la costa de la Patagonia o en una ‘Nueva Berchtesgaden’ en la Antártida. El 16 de julio, se publicó un informe detallado del supuesto vuelo de Hitler y su escondite en la Tierra de la Reina Maud, Antártida, en el periódico argentino Crítica, firmado por Ladislas Szabo, un exiliado húngaro que vivía en Argentina (Szabo 1947: 8). Se reprodujo en los diarios más importantes de todo el mundo, por ejemplo con el título “Hitler congelado en la Antártida” (Hitler’s on Ice in Antarctic) en Toronto (Toronto Daily Star, 18 de julio de 1945). Las especulaciones arreciaron cuando el U-977, comandado por Oberleutnant Heinz Schaeffer, apareció en Mar del Plata el 17 de agosto (Schaeffer 1952; NARA 1985; Blair 1998).
Como al final de la guerra la Argentina se sumó a los Aliados, Wermuth y Schaeffer y sus tripulaciones se convirtieron en prisioneros de guerra y fueron interrogados por la Armada Argentina, la Armada de los EE. UU. y la Armada Real Británica (Schaeffer 1952). El interrogatorio se centró en si Hitler y/u otros oficiales nazis de alto rango habían en realidad escapado de Alemania en submarino. Finalmente los interrogadores se convencieron de que el arribo tardío de los submarinos al Atlántico Sur era totalmente inofensivo. Wermuth y Schaeffer fueron liberados.
Pero eso no puso fin a las especulaciones. En su libro Hitler is alive (Hitler está vivo), publicado en 1947, Szabo afirmaba que los dos submarinos eran parte de un convoy que había trasportado a Hitler y otros jerarcas del Tercer Reich a la Antártida, en donde el Schwabenland, a las órdenes del Almirante Dönitzse, había erigido “Nueva Berchtesgaden” entre 1938 y 1939. A pesar de las negativas de Schaeffer (Schaeffer 1952), el rumor continuó propagándose (ver Mattern y Friedrich 1975: 68; Landig 1980).
Buechner y Bernhart (1989: 216) aportaron un a versión diferente: afirmaban que Hitler realmente había muerto en su búnker de Berlín, pero que luego el U-977 había trasportado sus cenizas a la Antártida, en convoy con otros submarinos, en route a Mar del Plata. Según estos autores, las cenizas se depositaron junto con otros tesoros nazis en seis cajas de bronce forradas en plomo que el U-530 había desembarcado en la Tierra de la Reina Maud y colocado en una “cueva natural de hielo muy especial en las Montañas Mühlig-Hofmann” (Buechner y Bernhart 1989: 188). Para otorgar un aire de autenticidad a este cuento, Bernhart afirmó haber sido integrante de la tripulación del U-530, a pesar de que su nombre no figura en el manifiesto del U-530 que proporcionó la Armada Argentina (Szabo 1947: 13–14).
Al igual que el convoy fantasma, “Nueva Berchtesgaden” parece ser producto de la imaginación de Szabo (1947: 155) y desde entonces ha sido uno de los elementos preferidos de la mitología nazi (Goodrick-Clarke 2002). Varios autores aceptan la existencia de la supuesta base y que hubo una conspiración para ocultar información sobre el lugar (por ejemplo, Mattern y Friedrich 1975; Friedrich 1979; Stevens 1997, 2003; Choron fecha desconocida; Farrell 2005; y Robert 2005a 2005b, 2005c). Ampliando los dichos de Szabo (1947: 200–202), y construyendo cada uno sobre la base del anterior, van más allá y sugieren que las fuerzas estadounidenses atacaron la base alemana durante la Operación Highjump en el verano meridional de 1946 – 1947, que esas fuerzas fueron repelidas por las armas secretas de los defensores alemanes, y que en consecuencia las fuerzas estadounidenses tuvieron que abandonar el área antes de lo que estaba previsto. Con el paso del tiempo, este cuento se tornó más elaborado.
Robert (2005a, 2005b, 2005c) publicó recientemente una versión distinta de estos hechos en una trilogía titulada Britain’s secret war in Antarctica (La guerra secreta británica en la Antártida). Robert asevera que no sólo realmente hubo una base alemana secreta en la Tierra de la Reina Maud durante la Segunda Guerra Mundial, sino que además los británicos la espiaron desde su propia base secreta en la Tierra de la Reina Maud. Este autor afirma que los SAS del Ejército Británico atacaron e intentaron destruir la base alemana cerca de la Navidad de 1945. Según Robert (2005c), ese intento fue infructuoso, como también lo fueron los posteriores intentos de la estadounidense Operación Highjump, y la base alemana finalmente fue destruida mediante la explosión secreta de tres bombas atómicas que se lanzaron sobre ésta en 1958 como parte de las actividades del Año Geofísico Internacional. Robert (2005c) afirma que la verdad sobre la base alemana y los ataques que Gran Bretaña y los Estados Unidos lanzaron sobre ella fue ocultada deliberadamente por los gobiernos de los dos países. El autor describe a este supuesto ocultamiento como “Una farsa de la historia”.
Si fueran verdaderas, las teorías de Szabo, Robert y otros que se enumeran más arriba serían fascinantes para la historia y la ciencia. Es más, existe un elemento de verdad en todos estos cuentos. Los alemanes realmente intentaron construir una base en la Tierra de la Reina Maud. Además, sí que hubo bases británicas secretas en la Antártida durante la Segunda Guerra Mundial. La Operación Highjump sí que fue principalmente un ejercicio militar cuyos resultados inicialmente se clasificaron y ocultaron a los ojos de la opinión pública. Sí que se produjeron tres explosiones nucleares secretas dentro de la región general en 1958. ¿Pero se pueden entretejer estos hechos para armar un cuento global con un hilo conductor, como Robert, Stevens, Farrell, Friedrich, Mattern y Choron pretenden hacernos creer? ¿O son simplemente fragmentos sin fundamento de la leyenda de la mitología nazi sobre la supervivencia de Hitler como sugiere Goodrick-Clarke (2002)?
¿Los Nazis se fueron a la Antártida?
“La derrota militar es un accidente. El futuro del nacional socialismo está asegurado de todas formas. Hemos preparado una base secreta en el archipiélago de la Tierra del Fuego. Los hombres sobre los que reposa el futuro ideológico están instalados allá y muy protegidos”. Isla ¿Frienship?…
Antes de la Segunda Guerra Mundial (1941) y durante ella, los alemanes emprendieron una gran aventura hacia el Amazonas, en busca de Akakor, una ciudad milenaria perdida en medio de la selva. Los alemanes, conocedores de la leyenda, quisieron readaptarse en Akakor sirviéndose de ésas antiguas construcciones.
Hacia allí convergieron cientos (tal vez miles) de soldados con toda clase de equipos: móviles, supervivencia, comunicaciones, etc… En busca del sitio ¿sagrado? Lo casi inaccesible de la región, sumado al clima lluvioso y tribus hostiles, hicieron fracasar supuestamente la operación en 1945. Un gran número del contingente original regresó a Europa y los menos, desertaron y se dispersaron por toda América del Sur, quedando muchos alemanes, con mujeres y niños inclusive.
Aparentemente en 1946, 54 submarinos y 6.000 técnicos y científicos se habían “perdido” de Alemania, especialmente de los SS Rama Técnica. Habían también 40.000 trabajadores y entre 142.000 – 250.000 ciudadanos alemanes desconocidos en su mayor parte sin familia y huérfanos.
¿Le siguieron las desaparecidas divisiones alemanas (400.000 hombres, bajo el mando del general Leeb), de las que nada se habló al final de la guerra?”, en Abril de 1945, 50.000 soldados alemanes estacionados en Noruega “desaparecieron” de la faz de la Tierra de la noche a la mañana, sin que nadie haya vuelto jamás a tener noticia de ellos. Los aliados nunca hicieron comentarios respecto a este “incidente”. ¿Se había tragado la Tierra a esos 50.000 soldados o es que se habían desintegrado espontáneamente…?
A pesar de escribir simplemente éstos como ¿accidentes automovilísticos?, bombardeos, pérdidas y muertes por los aliados como causas de la guerra, Washington sospechó que muchos de estos se escaparon realmente a Sudamérica y a la supuesta Base 211 (si tal base existió).
Los EE. UU. entonces prepararon una caza utilizando la propaganda del criminal de guerra para encubrir la búsqueda para la tecnología semejante a una versión sudamericana del Clip de la Operación (Operación Paperclip)
Alemania se había desarrollado con autosuficiencia antes el fin de la guerra, fabricaba su propio petróleo, combustible y aceite sintético elaborado con plantas, vegetales y minerales, producían ‘mantequilla’ del carbón, leche en polvo, la congelación seca, aprendió a almacenar harina y pan indefinidamente, crecía su alimento en invernaderos con sustancias químicas ‘tierra,’ etc. Estos proyectos eran también necesarios para la sobrevivencia del secreto: la fuerza ‘OVNI’, el cuál Hitler llamó el “el ultimo Batallón invencible,” en el antártico.
¿Hombre polares caníbales?
La australiana revista NEXUS se ha convertido en el repositorio de toda clase de información considerada “subversiva”, desde trabajos extensos sobre la fusión fría y energías alternativas suprimidas por el gobierno hasta medicinas y remedios marginados por las grandes farmacéuticas. Los ovnis y el misterio paranormal también han ocupado lugares de honor en las páginas de NEXUS, aunque muchos críticos la han tildado de disparatada, fantasiosa, exagerada y otros calificativos que el lector ya puede imaginar.
Algunas de los casos que se dan por buenos en NEXUS incluyen uno del 2005 (Vol. 12, No.6) sobre la supuesta presencia de los restos del Tercer Reich en la Antártida – otro tema que da mucho que comentar y que hemos abordado en otros trabajos. Esta narración tiene todo el atrezzo de una película de pulpa de los años ’50, y se prestaría para una futura aventura del Indiana Jones de Spielberg y Lucas. Pero tomando esto en cuenta, hay un detalle que hace de lo siguiente un tema muy interesante.
El autor James Robert ofrece en su trabajo los “recuerdos del último sobreviviente de una campaña militar británica contra los nazis en Neuschwabenland – parte de la “Tierra de la Reina Maud” que sale en los mapas y globos terráqueos. Según Robert, esta narración fue ofrecida en dos ocasiones distintas por el mismo sobreviviente.
El protagonista de la hazaña fue enviado primero a Gibraltar y luego a las Malvinas (islas Falkland) en 1945, donde conoció al oficial encargado de la misión al polo y a un noruego que había luchado en la resistencia de su país contra el nazismo. La misión consistía en investigar las actividades anómalas en la cordillera Muhlig-Hoffman, partiendo de la base británica en Maudheim, el asentamiento semi-permanente de los noruegos. “Quedamos intrigados ante lo que nos contaron. Ninguno de nosotros había escuchado algo tan fascinante o aterrador. No era comúnmente sabido que los nazis habían estado en la Antártida en 1938-39, y aun menos conocido que Inglaterra había establecido bases secretas en la Antartida como respuesta a ello.” La base Maudheim supuestamente quedaba a doscientas millas de la supuesta base del Reich.
Según el relato que nos presenta Roberts, los alemanes habían descubierto un túnel antiguo en la cordillera. Espías británicos habían localizado esta formación geológica, enviando un mensaje entrecortado sobre “hombres polares, túneles antiquísimos y nazis”. Ahora una nueva expedición hallaría la respuesta a estas tres intrigantes.
Aquí comienza la aventura: los soldados ingleses llegaron al polo sur en avión, se montaron en tractores de nieve, solos y sin respaldo alguno, hasta llegar a Maudheim, que estaba totalmente abandonada. Se encontraron con uno de los espías que había transmitido el mensaje y que mantenía cautivo a uno de los “hombres polares”, que llegó a matar a uno de los recién llegados antes de fugarse. Según la descripción, estos semihumanos eran caníbales.
El segundo enigma – el túnel – resultó estar en uno de los famosos valles secos de la Antártida, y se extendía por millas hasta una enorme cueva subterránea que los nazis habían convertido en una base con todo y atracaderos para submarinos. Según Roberts, “el sobreviviente informa que habían encontrado hangares para aviones extraños y un sinfín de excavaciones”.
“El misterio de los hombres polares,” explica Roberts en su escrito para NEXUS, “no fue explicado de manera satisfactoria, pero se explicó de igual manera como un producto de la ciencia nazi. También se explicó el misterio de como los nazis obtenían energía, aunque no de manera científica. La fuerza empleada provenía de la actividad volcánica, que les daba calor para producir vapor y ayudaba también a producir electricidad, aunque los nazis habían aprendido a dominar una fuente de energía desconocida”.
La autopsia de uno de los “hombres polares” – muerto durante una escaramuza – permitió determinar que era “humano”, pero capaz de producir más pelo y resistir el frió con mayor eficacia. Este cadáver fue colocado en una bolsa para permitir un examen minucioso posteriormente.
La narración de Roberts acaba como un thriller: una lucha contra nazis, explosiones, persecución por los infrahumanos, el escape de unos cuantos y claro, la separación de los sobrevivientes al finalizar la misión, con órdenes de “nunca volver a hablar sobre el asunto”. Cinco años después de la misión a la Antártida dice el sobreviviente: “Maudheim y Neuschwabenland fueron visitadas de nuevo (en febrero de 1950) pero principalmente con el fin de ver lo que habíamos destruido. Durante los años intermedios entre las misiones, la RAF realizó vuelos de reconocimiento constantes sobre Neuschwabenland”.
Amén de los detalles rocambolescos que la convierten en una historia muy entretenida, la presencia de los supuestos “hombres polares” es interesante. Sabemos que la ciencia nazi acostumbraba experimentar con prisioneros, y es muy posible que los tratamientos diseñados a crear supersoldados resistentes al frío figurase entre sus actividades: sueros para aumentar la temperatura del cuerpo, fomentar el hirsutismo…podemos imaginar cualquier cosa del régimen que nos dio a Josef Mengele.
En la década de los ’60, el periodista estadounidense Frank Edwards, famoso por sus programas de radio en la Mutual Broadcasting Network, escribía sobre la “Unidad 731” del ejército imperial japonés, creado en 1930 para realizar experimentos sobre sujetos vivientes en Manchuria. Estos nefastos practicantes de la medicina experimentaron por lo general con virus y otros agentes de guerra bacteriológica bajo la dirección de Ishii Shiro, el “Mengele japonés”. Se cree actualmente que las muertes de un cuarto de millón a un millón de seres humanos en China se deben a los virus creados por Shiro.
Pero los experimentos abominables de la Unidad 731 y sus equipos afines rayaban en la locura: vivisección de hombres, mujeres y niños (muchos de ellos concebidos por los médicos con prisioneras), amputación de extremidades para colocarlas en distintas partes del cuerpo, reconexión de órganos internos con otros…en fin, procedimientos dignos de uno de los círculos más bajos del infierno de Dante, o del “Reanimator” de H.P. Lovecraft. Es muy posible que los sádicos al servicio de Ishii Shiro hayan llevado sus experimentos más allá de todo esto. Frank Edwards informaba en su libro que décadas después de la segunda guerra mundial, agentes del FBI (como si de Expedientes X se tratara) encontraron documentos que habían formado parte de los archivos del alto mando japonés. Estos escritos indicaban que los científicos al servicio del ejercito habían experimentado con seres humanos, colocándoles branquias de tiburón y otros órganos necesarios para permitir la respiración submarina. Estos verdaderos “hombres peces”, según el material de Edwards, fueron capaces de respirar bajo el agua antes de morir. Se realizaron experimentos con órganos procedentes de otros mamíferos conocidos por su capacidad de aguantar la respiración bajo el agua….
Si hay algo de cierto en los escritos de Edwards, y no son meramente pulpa de los ’60, ¿podemos dudar que los médicos nazis hayan conseguido crear “hombres polares?”
“La Antártida era un secreto”, declara una de las fuentes de Alemania Oriental, ex-oficial de la Kriegsmarine, consultadas por John Roberts en su escrito, “pero subsistían los rumores, y sería un refugio sólo para aquellos de mayor dedicación. La mayoría de los que poseían conocimiento detallado sobre Neuschwabenland no llegó a ver el final de la guerra, y aquellos que lo lograron, acabando fusilados, se suicidaron, o fueron a parar al gulag ruso. Los que fueron capturados por los ingleses tuvieron mejor suerte, pero después de ser interrogados, se les prohibió que volviesen a mencionar sus hazañas durante la guerra. Los alemanes guardaron silencio ante el peligro de que sus antecedentes militares se diesen a conocer, y esto ayudó a los aliados a suprimir la verdad”.
Y los aliados tenían una verdad que suprimir: las declaraciones realizadas por el legendario almirante Richard Byrd, quien a su regreso de la Antártida en 1947 ,supuestamente dijo que era necesario que EE.UU. “tomase acciones defensivas contra los interceptores enemigos que provienen de las regiones polares”. La unión americana, según Byrd, “podía verse atacada por interceptores capaces de volar desde un polo al otro a velocidades increíbles”.
El uso de las islas Kerguelen por la Kriegsmarine durante la guerra, supuestamente para “atacar los buques mercantes de los aliados”, adquiere importancia si vemos este puerto—libre de hielo el año entero– como un punto de abastecimiento para cualquier base u operación realizada en la Tierra de la Reina Maud. Y es que las Kerguelen son bastante misteriosas de por sí, lo suficiente como para haber figurado en la novela “The Narrative of Arthur Gordon Pym” (1838) de Edgar Allan Poe, cuyo protagonista visita dichas islas. Pero nos referimos concretamente a lo que se llegó a conocer en su momento como “el incidente Vela” o el “destello del Atlántico Sur” – un fenómeno inusitado que tomó lugar el 22 de septiembre de 1979, cuando un satélite Vela detectó lo que muchos tomaron por una explosión nuclear. Numerosos comités e informes trataron de echar por tierra el suceso, achacándolo a un error del equipo o al impacto de un micrometeorito contra el satélite. Otros temieron que pudiese ser un evento parecido al de Tunguska, pero en las ignoradas aguas del Antártico. La Agencia Nacional de Seguridad de los EE.UU. daba por seguro que se trataba de una explosión atómica – posiblemente una prueba realizada por la república sudafricana, tal vez usando artefactos comprados a Israel (la “Operación Fenix”). Sin embargo, la Agencia Internacional de Energía Atómica declaró en fechas posteriores que todos los posibles artefactos atómicos en manos sudafricanas estaban contabilizados. La proximidad de las Kerguelen – territorio francés – llevó a muchos a pensar en pruebas secretas de los franceses. Pero, ¿pudo haber sido un despliegue de fuerzas de los enigmáticos inquilinos del polo sur?
Sobre el asunto de la existencia de “instalaciones subterráneas” en el más frío de los continentes, Jim Marrs – citando al escritor R.A. Harbinson– señaló que “en cuanto a la posibilidad de los alemanes pudiesen construir fábricas e instalaciones subterráneas en la Antártida, basta solo con señalar que los centros de investigación de la Alemania Nazi fueron enormes logros de la construcción, con túneles de viento, talleres de maquinado, plantas de ensamblaje, plataformas de lanzamiento, intendencias y alojamiento para todos los trabajadores – y aun así, pocos sabían de su existencia”.
Para no quedarse atrás, la guía “Antarctica” de la serie Lonely Planet hace mención del descubrimiento de las colinas desheladas del continente blanco y el lago en el que piloto David Bunger aterrizó su hidroplano en el mes de febrero de1947. Las colinas de Bunger – “Bunger Hills”, de 780 kilómetros cuadrados de extensión – causaron frenesí cuando se anunció su descubrimiento. Los titulares de prensa proclamaron la existencia de un “Shangri-La antártico”, que según Lonely Planet, fueron el motivo de muchas películas de ciencia-ficción sobre regiones tropicales en la Antártida ocupadas por dinosaurios.

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VIAJE A LA ANTARTIDA Conspiración Antártica 01. En este video resumo la conspiración antártica e incluyo videos de zonas del continente donde se ven valles secos libres de hielo...
En un próximo video incluiré otros videos con fantásticos paisajes antárticos cuyo acceso está prohibido a la gente normal como tú o como yo.
Tenemos que exigir al Poder Mundial el libre acceso a estos territorios e impedir que sean los utilicen para bases y programas secretos con total impunidad.VIDEO- QUE PASA EN LA ANTARTIDAD.



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